lunes, 24 de junio de 2013

El Mayo Francés





A comienzos de 1968, a pesar de la asignación de sustanciales partidas presupuestarias para el Ministerio de Educación, surgió una creciente inquietud entre los estudiantes franceses, quienes criticaban la incapacidad del anticuado sistema universitario para dar salida al mundo laboral a un número, cada vez más elevado, de licenciados. Al mismo tiempo, diversos grupúsculos inspirados por las ideologías anarquistas, trotskista y maoísta, manifestaron su oposición a la sociedad capitalista y al consumismo.




Estudiantes de sociología de la Universidad de Nanterre, próxima a París, fueron particularmente activos y proclamaron que la universidad debía convertirse en el centro de la revolución contra el capitalismo; su ocupación del campus provocó la clausura de la universidad a finales de abril, por lo que decidieron reunirse en la Sorbona. Al temer violentos enfrentamientos entre grupos de derecha e izquierda, se pidió la intervención de la policía, violando así la autonomía gubernativa de la universidad y su condición de lugar donde puede exponerse con total libertad cualquier expresión. A consecuencia de todo ello, los sindicatos de estudiantes y profesores convocaron una huelga general. Después de una semana en la que las manifestaciones estudiantiles fueron duramente reprimidas por la policía, los sindicatos obreros convocaron una huelga general para el 13 de mayo. Nueve millones de trabajadores respondieron a este llamamiento.



viernes, 14 de junio de 2013

El peatón - Ray Bradbury





El peatón - Ray Bradbury





Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro. 

A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana. 





El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre. 

En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor. 

-Hola, los de adentro -les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras-. ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma? 

La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles. 

-¿Qué pasa ahora? -les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera-. Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario? 

¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él. 

Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna. 

Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz. 

Una voz metálica llamó: 

-Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva! 

Mead se detuvo. 

-¡Arriba las manos! 

-Pero... -dijo Mead. 

-¡Arriba las manos, o dispararemos! 

La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas. 

-¿Su nombre? -dijo el coche de policía con un susurro metálico. 

Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres. 

-Leonard Mead -dijo. 

-¡Más alto! 

-¡Leonard Mead! 

-¿Ocupación o profesión? 

-Imagino que ustedes me llamarían un escritor. 

-Sin profesión -dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo. 

La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja. 

-Sí, puede ser así -dijo. 

No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente. 

-Sin profesión -dijo la voz de fonógrafo, siseando-. ¿Qué estaba haciendo afuera? 

-Caminando -dijo Leonard Mead. 

-¡Caminando! 

-Sólo caminando -dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara. 

-¿Caminando, sólo caminando, caminando? 

-Sí, señor. 

-¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué? 

-Caminando para tomar aire. Caminando para ver. 

-¡Su dirección! 

-Calle Saint James, once, sur. 

-¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead? 

-Sí. 

-¿Y tiene usted televisor? 

-No. 

-¿No? 

Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación. 

-¿Es usted casado, señor Mead? 

-No. 

-No es casado -dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante. 

La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas. 

-Nadie me quiere -dijo Leonard Mead con una sonrisa. 

-¡No hable si no le preguntan! 

Leonard Mead esperó en la noche fría. 

-¿Sólo caminando, señor Mead? 

-Sí. 

-Pero no ha dicho para qué. 

-Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente. 

-¿Ha hecho esto a menudo? 

-Todas las noches durante años. 

El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente. 

-Bueno, señor Mead -dijo el coche. 

-¿Eso es todo? -preguntó Mead cortésmente. 

-Sí -dijo la voz-. Acérquese. -Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió de par en par-. Entre. 

-Un minuto. ¡No he hecho nada! 

-Entre. 

-¡Protesto! 

-Señor Mead... 

Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche. 

-Entre. 

Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando. 

-Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... -dijo la voz de hierro-. Pero... 

-¿Hacia dónde me llevan? 

El coche titubeó, dejó oir un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos. 

-Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas. 

Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces. 

Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad. 

-Mi casa -dijo Leonard Mead. 

Nadie le respondió. 

El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.
 


Fin




sábado, 8 de junio de 2013

Una noche de primavera, camino a Praga




En 1968 , un levantamiento de estudiantes conmueve al mundo: La Primavera de Praga. 

Los checoeslovacos intentaban sacudirse de la opresión soviética y llevar adelante un experimento conocido como "socialismo con rostro humano". 



Fue, por sobre todo, un levantamiento de estudiantes, que estalla en el contexto de levantamientos similares en París, Berkeley, Rosario, Córdoba, Cd. de México... 

Fué ahogado a sangre y fuego por los tanques del Pacto de Varsovia, y las calles de Praga se mancharon de sangre joven. 

Milán Kundera, el gran escritor checo, buscaba apoyo internacional y se contactó con tres de los más grandes intelectuales de América Latina. 

Julio Cortázar, de Argentina, Carlos Fuentes de México y Gabriel García Márquez de Colombia. 
Ninguno de ellos lo dudó. 



Esta es la historia de esa noche, en un tren camino a Praga, con cuatro de los más grandes escritores del Siglo XX, cuatro de las personas mas íntegras y sinceras de aquellas décadas de lucha. 

Una noche, un tren, cuatro escritores

Cuando a comienzso de 1968 Checoeslovaquia intentó liberarse del rígido control soviético , Milan Kundera, que aún no era un escritor a la moda, sino solamente uno de los protagonistas en la batalla por la libertad, que conoceríamos como la primavera de Praga, invitó a tres escritores que vivían en París : el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el argentino Julio Cortázar. Tres latinoamericanos que conocían perfectamente cómo se vive bajo una dictadura, y probablemente por esta razón Kundera pensó en ellos, como símbolos del empeño de los escritores por la libertad y la democracia. 

Milán Kundera

Y los tres decidieron participar. Sin duda alguna, solidarios en todo, a pesar del miedo de volar (de García Márquez). Por eso finalmente fue en tren que atravesaron Europa, de noche, hasta Praga. Y además, ¿dónde se ha visto un latinoamericano, por añadidura escritor, que tenga urgencia por llegar ? También por esta razón, Carlos, Gabriel y Julio partieron de tarde y no cerraron los ojos en toda la noche, ni siquiera un minuto. Obligado a seguir las vías, el viaje en tren es igual para todos, sin embargo cada uno parece recorrer un itinerario distinto. Cada uno lleva consigo, al alzar la vista por la ventanilla en un momento dado , para mirar afuera, y ver una casa, un albergue, un hombre que escapa a los otros. Cada uno tiene sus propios pensamientos. Cada uno viaja con sus recuerdos, su nostalgia, su esperanza, y pregunta, o cuenta, historias diversas. De ese viaje conocemos las impresiones de García Márquez y de Carlos Fuentes : Cortázar nunca lo ha contado. « Habíamos hablado de todo –cuenta el colombiano- mientras transcurría la noche y atravesábamos las dos Alemanias con su océano de remolachas, sus inmensas fábricas de todo tipo, sus ruinas de guerra atroces y de amores violentos. 
A la hora de dormir, a Carlos Fuentes se le ocurre preguntar a Cortázar ¿ por qué y en qué momento y por decisión de quién fue introducido el piano en la orquesta de jazz ? La pregunta era casual y no tenía la pretención de conocer ni una fecha precisa ni un nombre determinado, pero la respuesta se convirtió en una conversación deslumbrante que se prolongó hasta el alba, entre enormes vasos de cerveza y salchichas con papas fritas. Cortázar, que tenía una gran facilidad de palabra, hizo una reconstrucción histórica y estética que culminó con las primeras luces de la mañana en una homérica apología de Thelonius Monk. » También el recuerdo del mexicano es puntual : « Este hombre era una alegría porque su cultura era alegre. Gabriel García Márquez y yo lo recordábamos mientras pasaba revista a su conocimiento de la novela policial, en ocasión de un largo viaje a Praga en 1968, con la intención de salvar lo irrecuperable : la primavera del socialismo de carácter humano. 

Carlos Fuentes

Sentados en el bar del tren, comiendo salchichas con mostaza y bebiendo cerveza, mientras lo escuchábamos recordar la progenie del misterio dentro de los trenes, de Sherlock Holmes a Agatha Christie, a Graham Greene y Alfred Hitchcock…lo recuerdo bien. » En suma, no dejamos de hablar. Naturalmente ! Cortázar se complacía en ser un obstinado habitante de una zona instersticial, ¿y qué puede ser más instersticial que una conversación nocturna en un tren a caballo entre Europa y el Oriente ? De aquel momento en que el argentino –que había llamado a su gato como uno de los filósofos de Francfurt – Theodor Adorno, con gran envidia de Marcuse – hipnotizó a sus dos compañeros con la voz y con los gestos, pasando ágilmente de un argumento a otro, mientras ellos, como hermanos menores, escuchándolo todo el tiempo, decidieron que era el « compañero ideal de todo viaje nocturno en tren ». 

Cuando el tren llegó a la estación, los tres encontraron a Milan Kundera que los esperaba. De ahí fueron a un sauna. Todos, salvo Cortázar, a quien atávicos temores lo tenían alejado, tanto de las infernales máquinas volátiles, que de los baños de vapor y la ducha fría. Y así, en tanto que el argentino descubría que en la cantina de la Mala Strana los jóvenes que practicaban el jazz y cultivaban la misma pasión por el piano de Thelonius Monk, el saxo de Charlie Parker, la trompeta de Louis Amstrong, mientras que en las fábricas, para aliviar el aburrimiento, los altoparlantes reproducían, todo el santo día, el mismo disco de Lola Beltrán que cantaba Cucurrucucú, Paloma, el escritor checo acompañó a los otros dos al río Moldava, donde los empujó en las aguas heladas. 

Gabriel García Márquez

Cuando salieron del agua, García Márquez dijo a Fuentes : « Por un instante creí que habíamos muerto juntos en la tierra de Kafka ». Y Cortázar no hubiera ignorado el paradero de los dos escritores, venidos para defender el derecho a la autodeterminación del pueblo checo, muertos sin gloria de pulmonía por un baño fuera de estación. Y al final le hubiera disgustado sobre todo que aquella desviación de la existencia terminara demasiado tarde, de no poder ya inscribirse en las múltiples paradojas condensadas en las páginas de Viaje del día en ochenta mundos, el primer manual de los « cronopios », escrito por Cortázar, pero paginado, ilustrado y compuesto por Silva, que publicaron un año después de haber comenzado su amistad y consolidado el camino artístico entre los dos Julios. En cierto momento del libro se habla, efectivamente, de la atmósfera surrealista que envuelve la velada fúnebre, donde se charla de todo, de las virtudes pero sobre todo de los defectos del muerto, donde cada uno se inventa la palabra justa para exorcizar el miedo de la muerte, donde nadie se arriesga realmente a permanecer frente al cuerpo inanimado del amigo, caído en la pura ridiculez de la muerte, y donde el único homenaje respetuoso al difunto permanece en aquella extrañeza, que obviamente no puede permitirse ninguna confidencia. Y para ponerlo al seguro de cualquier sombra del ridículo se necesitará decidir de ignorar la desaparición de Julio Cortázar y considerar sobre todo la felicidad y el gusto con que ha atravesado nuestro tiempo, saborear en la palabra y en la pintura de Julio Silva la alegría de quien lo ha conocido y por nuestra cuenta acoger como una fortuna que nos ha tocado en suerte de leer su inolvidable historia, porque aunque haya quedado inconclusa, el sabor de su obra permanece intacto e indestructible . 


Julio Cortázar





La relación de Cortázar con la imagen, lo mismo que con la música ha sido fecundo Adoraba todo aquello que lo inducía a mirar, aquello que lo ayudaba a llenar la cavidad clara de su mirada de gato sagrado, ávido de ver, simplemente porque sus grandes ojos tenían horror al vacío. Antonioni o Buñuel, Cuevas o Alechinsky, Matta o Julio Silva : a cada uno Cortázar confiaba su capacidad para ver. Más que como camino artístico, era el amigo vidente, en quien se apoyaban sus amigos como un ciego a su caña o su bastón. Compatriota de todos, pero todavía misteriosamente extranjero para todos, Cortázar confiaba entonces a su compadre y homónimo Silva para que lo acompañara en la aventura de dar forma a los felices riesgos de la improvisación, de la fantasía, del juego. Nace el mundo de Silvalandia, donde el Julio que escribe y el Julio que dibuja se confrontan y se confortan, se holisquean como los perros, y se abandonan al placer de la fantasía, porque como dice aquel que dibuja « a la mano hay que dejarla hacer lo que le dan las bolas ». 

Los dos Julios forman un extraordinario dúo de alquimistas, funámbulos suspendidos al rasgo de la pluma y el trazo del pincel, magia de la palabra , arquitectos de la forma, seres extraños que roban a la inteligencia de la noche el cuerpo de las cosas invisibles, para hacer que puedan tomar forma y vida al alba de un nuevo día. Roger Caillois, que era amigo de Cortázar, y por ende de Silva, decía que « El arte fantástico es un duelo entre dos miedos », el del vacío y de la muerte y el de la luz y la vida. Por eso se disponen voluntariamente en el límite de la noche y el amanecer del día, el instante en que cualquier cosa de lo imaginario se adensa antes de ser absorbido definitivamente en la evanescencia del sueño. De este tiempo suspendido, tanto para Cortázar como para Silva, la realidad irrumpe fácilmente en otras dimensiones , la del mito y la del sueño, donde se puede ver la otra cara de las cosas, aquella que está más allá del sentido, que creemos invisible sólo porque no habíamos sabido alargar la mano un momento para tocar la presencia que contiene. Así fuimos penetrando en los ojos de Julio pluma, así son tan grandes los ojos de Julio pincel, intentando mirar detrás del ángulo, a invadir la realidad paralela, el vasto universo de lo imaginario y sus extraordinarios tesoros, la contigüidad de los seres humanos con esta misteriosa presencia, que no se contenta con sólo evocarla en ausencia y aspira a ser convocada en presencia de una palabra, un trazo de pincel, una melodía canturreada, dos notas desgarradas a la noche de la garganta del saxo, un sueño.

Massimo Bertozzi 






jueves, 6 de junio de 2013

Los planos de las casas de tus series favoritas


Alguna vez te has preguntado cómo son las casas de tus series favoritas, donde se encuentra el baño, las recamaras, la sala. Pues aquí te presento los planos de tus series preferidas todo esto gracias al diseñador de interiores español Iñaki Aliste Lizarralde quien se dedico a crear por si mismo los pisos de nuestras series.


Estas incluyen, Los Simpson, Dexter, Friends, Seinfeld, Two and a Half Men, The Big Bang Theory, How I Met Your Mother y otras mas.

The Big Bang Theory 

miércoles, 5 de junio de 2013

Dibujos de Luz Picasso







Cuando el fotógrafo de la revista LIfe Gjon Mili visito a Pablo Picasso en el sur de Francia en 1949, los dos comenzaron a trabajar rápidamente en capturar las imágenes que verán aquí... y todo comenzó rápido.


Picasso le dio a Mili 15 minutos para probar un experimento".
El resultado de la corta sesión debió causarle una buena impresión
dado que dicho trabajo se alargó 5 minutos más.

Conocidas como los dibujos de luz de Picasso, las imágenes capturan al artista con un pequeño dispositivo eléctrico de luz en una habitación oscura.



sábado, 1 de junio de 2013

Fotografias Que Marcaron a la Humanidad


Imágenes que representan una época, un suceso de la historia.



Rosa Parks se niega a ceder su asiento en un autobús de Alabama

Esta valiente mujer desafió las normas establecidas cuando en 1967 se convirtió e la primera mujer en correr una maratón, ya que hasta ese momento se trataba de una prueba exclusivamente para hombres.

Para ello se inscribió como KV Switzer y cruzó la línea de salida con el dorsal 261 como si fuera un corredor más. Pero Kathrine pasó a la historia cuando uno de los jueces a mitad de la carrera se dio cuenta y salto tras ella para detenerla, pero el resto de corredores se lo impidieron y la “escoltaron” para que pudiera terminar la carrera, con un tiempo de 4 horas y 20 minutos. Ese es uno de los momentos inolvidables de la historia de los maratones que quedó para el recuerdo en esta foto